miércoles, 26 de febrero de 2014

Las Nornas


Capitulo 1

El olor a humo y carne quemada se precipitaba violentamente sobre sus sentidos. Sus ojos lograron abrirse solo un poco, para solo divisar el cielo de la noche. Gotas de un líquido caliente se posaron en sus ojos, y cuando quiso saber que era, se percató de que no podía mover su cuerpo y que el esfuerzo por abrir los ojos por unos míseros segundos, le paso factura rápidamente. Su cabeza callo pesadamente pero para su pesar, no fue con el piso. Su mente dejo de pensar y poco a poco esta se sumergió en la inconsciencia. O al menos eso supuso.  Porque su subconsciente solamente había entrado en un estado de hibernación, pero sus sentidos, sus sentidos le recordaban que estaba viva y que ya no estaba tirada en la tierra entre otras cosas. No reacciono al contacto húmedo de algo en su cara, solamente pudo gruñir cuando sintió que alguien la levantaba y ahí fue cuando todo su cuerpo y sentidos dejaron de responder. 
Escucho  silencio, la paz que este le podía dar, era tal  que ella solo podía, y quiso llegar a la pequeña conclusión de que esta podría ser producida por un factor importante en la vida de cada ser humano, la muerte. Por consecuente ella estaba muerta. ¿Pero que no hace unos momentos habría jurado estar viva? Fue cuando lo escucho, y lo escucho todo. El zumbido del viento al chocar con metal y explotar se hiso presente. Los gritos de personas aterradas por los sucesos que ella no lograba ver, le helaron la sangre. El zumbido aumento su frecuencia y fue entonces que creyó que estaba en el infierno. 
El aire le empezó a faltar, lágrimas de cobardía empezaron a bajar por sus ojos y ella empezó a gritar.

Fue entonces que abrió los ojos y finalmente logro ver. No había más zumbidos chocando con metal, solo el pequeño repicar de su alarma. Cubriéndose la cara con las manos y aspirando aire desesperadamente se levantó para empezar su día. Lo único coherente que pudo hacer antes de comenzar a tener un ataque de pánico fue el meterse al baño para poder asearse. El agua fría logro despejar su mente y fue hasta que acabo esta tarea que se dignó a ver el reloj que descansaba a un lado del lavamanos. Marcaban las 7:30. Corriendo afuera del baño y agarrando rápidamente su ropa para ponérsela. Logro apenas mirarse en el espejo para luego después  correr hacia su trabajo, sino antes recordar el hecho de que su horario de trabajo ya no era el mismo. Ya no era la misma secretaria de las empresas Magno, la noche anterior se le había subido de cargo, o al menos eso decía en el mail que había recibido,  y no uno cualquiera, sino el de asistente personal del presidente de dicha compañía. Tenía 2 horas para llegar ahí, miro la ropa que traía y se percató de varias cosas, como que traía zapatos diferentes, no traía un arete, sus dientes tenían lápiz labial y que la máscara que se había puesto se había corrido. Maldijo por lo bajo y volvió a su cuarto, solo para reírse de sí misma y cambiar lo que sus apuros habían hecho.

Al recoger sus pertenencias de su cubículo, y caminar hacia el elevador, ella se encontró siendo el  motivo de varias caras sorprendidas, otras con odio pero más que nada con celos. Nunca logro hacer amistades con las personas que compartían piso con ella. Usualmente solamente la rebajaban y la llenaban de trabajo que no le correspondía a ella. Varias veces la renuncia paso por su cabeza y cuando finalmente tuvo el valor de ir a pedirla fue que su jefe le dio la grata noticia de su ascenso. 
Apretó el botón que se dirigía hacia el último nivel del edificio de más de 20 pisos.
En cuestión de minutos llego a su destino y cuando el elevador abrió sus puertas se percató de lo espaciosa que era el área donde estaba. 
Y que al fondo se encontraba una gran puerta la cual supuse que daban a la oficina de su jefe. Empezó a caminar hasta parar en lo que parecía ser su nuevo escritorio, dejo sus cosas en él y se preguntó si su apariencia era presentable. Se miró en el vidrio que estaba atrás de ella y se evaluó mentalmente. Su estatura se disfrazaba con los tacones que llevaba puestos. Su cara con un ligero toque de maquillaje ya que los pozos negros que tenía por ojos contrastaban perfectamente con su cara. Su cabello corto,  y de un café claro, caía un poco más allá de sus mejillas. Arreglándose un poco la falda y la camisa que traía, empezó después a arreglar su escritorio y al abrir la primera gaveta, encontró el horario de su día así como el de su jefe.
Debajo de la hoja se encontraba un sobre con su nombre. Abriéndolo vio que era una lista de consejos de la anterior asistente. Los primeros muy obvios, tales como un “no llegues tarde”, “le gusta tomar café a las 10:30 de la mañana” o “que el café sea negro, sin azúcar.”, otros muy raros como “ten cuidado con Lucían” otro como “no confíes en nadie” por ultimo decía con una fina caligrafía “suerte”.
Miro al reloj y se dio cuenta de que faltaban 15 min para su café matutino. Recordó que al principio de la espaciosa oficina había una máquina de café y se dispuso a llenar una taza.
Justo a 1 minuto de la hora, ella estaba tocando la puerta de su jefe. Un “pase” se escuchó y se dispuso a entrar. Se quedó estática al ver la oficina, el escritorio de su jefe se encontraba en medio de esta, atrás de él la gran vista de la ciudad quitaba el aliento al solo verla. Camino hacia su escritorio, dejando a un lado de la mano derecha de su jefe el café. En la otra dejo el horario de su jefe y se alejó unos pasos logrando ver la gran placa negra que se encontraba en el escritorio, se leía en esta con letras doradas el nombre de “Microft Johan Sparr”.
Al lado de esta se encontraba una foto de un hombre alto, rubio, con ojos negros se encontraba con una sonrisa impecable y abrazando a lo que parecía ser un padre. La realidad de Microft Sparr basada en la foto parecía mentira. Su languidez seguía siendo la misma, pero las facciones de su cara eran duras e inescrutables. Las arrugas tanto en sus manos como en su cara eran la clara imagen de la edad y el traje sastre, el reloj de bolsillo de oro además de las mancuernas con sus iniciales indicaban poder y solo poder. Simplemente el verlo o tan solo sostenerle la mirada era mérito de valor y ella no lo sabía a carne propia o al menos todavía no.  
Despertando de su transe ella finalmente pregunto.
-¿Se le ofrece algo más, Señor Sparr?
Fue entonces que el subió la vista y fijo la mirada en la muchacha.
-¿Quién eres?
La pregunta la tomó por sorpresa, ya que ella suponía el hecho de que él  sabría que ella sería su nueva asistente. Después rechazo esa premisa y supuso que un hombre tan ocupado como él se fijaría en ella.
-Soy su nueva asistente-se mordió el labio y después respiro profundamente- Mi nombre es Norna Valagesta.
Los ojos del hombre que estaba enfrente de ella, si abrieron de par en par y la sangre que estaba en su cara dejo de circular, su palidez indicaba el hecho de que el nombre de ella lo había tomado por sorpresa. 
Su cara recupero sus facciones duras, pero no dejo de ver una foto en su escritorio.
-Puedes irte Norna, te llamare si te necesito.